miércoles, 7 de mayo de 2014

Mierdecillas de colección

¡Pero qué a gusto me siento en mi centro de trabajo!, me falta ponerme las zapatillas de andar por casa. Soy una afortunada. La gente que me rodea es encantadora y como soy mi propia jefa pues yo me lo guiso y yo me lo como. Me enfado conmigo misma o me felicito, según el día o el momento, pero ahí terminan mis malos rollos laborales.

Comparto espacio con currantes de distintas profesiones. Mi puesto está en un co-working, una especie de oficina grande con varias salas y mesas. Un lugar donde bulle la creatividad y la energía positiva porque la gente cree en sus proyectos y tienen muchas ganas de "tirar pa'lante". La colaboración forma parte del lenguaje común, igual que la camaradería.

Elegí este centro porque me dio buenas vibraciones desde el principio. Carlos y Gonzalo, los responsables del lugar, son encantadores. Han puesto en marcha un co-working original y acogedor. The Shed Coworking (www.theshedcoworking.com) tiene una preciosa decoración inspirada en el mundo nórdico. En la habitación principal hay un pequeño cobertizo de madera ideado como sala de reuniones que rompe la monotonía de cualquier oficina tradicional.

Pero co-working tiene vida propia, no se deja aplastar por la decoración planificada y perfecta. Y eso me gusta. Me hace sentir que vivo en la realidad y no en una nube de ficción. Percibo que esta oficina es una continuación de mi historial profesional, y que es un paso más adelante en mi carrera.

Hasta hoy no me había parado a pensar en el motivo de esa sensación. Hoy lo he descubierto. He mirado a mi alrededor en un momento de descanso y una sonrisa ha acudido a mi rostro al ver dos pequeñas figuritas de La Cenicienta que ha puesto en la mesa una de mis compañeras. Acto seguido mis ojos se han desviado al regalo del Día del Padre de mi compañero de al lado. Después he levantado la vista y he divisado un muñequito de el Capitán Spock colocado en un altillo de otro puesto. Minnie y uno de los pitufos vigilan de cerca el trabajo de Elena. Varias botellas de Solán de Cabra salpican las mesas. Una caja metálica vacía descansa sobre una estantería... Pequeños objetos personales que nos hacen sentir bien y que fuera de los habitáculos laborales no tienen lugar en nuestras vidas. Esas "mierdecillas de colección" podrían formar parte de una exposición sobre el trabajo y dicen mucho de la personalidad de cada dueño. Puestas en común dan sentido y humanidad a los centros de trabajo. Son como un sello de garantía. Cuando en uno no hay, mosquéate, que muy buen rollo no hay por allí.


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