¡Me piro de vacaciones! Cuento ya las horas... y eso que aún no sé
destino. Sí, no es broma. Todavía no hemos planificado nada.
Circunstancias familiares nos han obligado a esperar hasta el último
minuto. Hemos optado por no agobiarnos e impregnarnos del espíritu
hippie. Nada de planes, vamos a la aventura... o casi. Quiero decir, todo a la aventura que se puede ir con dos niñas pequeñas. Para
nosotros este sentimiento de libertad no va mucho más allá de
reservar apartamento dos días antes de salir, pero eso ya es mucho.
Tengo ya mi mente en aperitivo playero, caminatas tranquilas por el
paseo marítimo mientras comemos un helado, acariciar la arena
mientras me abandono al calor y la melodía del mar...
¿Y las compras
vacacionales? ¡Qué delicia!... que si unas chanclas, que si un pareo, que si una
camisola... En este punto, sin embargo, hago un
paréntesis. Aprovecho para hacer un llamamiento de ayuda en pro de
la estética. Queridos lectores recordad: ¡mucho ojo con los
souvenires veraniegos que compréis!. Esta mañana en un bar en el que
me he dado el gusto de tomarme un café con churros, bueno, gusto,
gusto... he decir que no ha sido porque estaban asquerosos, he visto
algo que no me cabe la menor duda que fue adquirido en una tienda de
recuerdos. Al principio no daba crédito a mis ojos. Mi mente se
negaba a dar el visto bueno a aquella imagen. No podía ser cierto lo
que veía. Pasada la estupefacción, y tras confirmar con mi marido
que lo que había detectado no era un producto falso de mi
imaginación, hemos estallado en carcajadas. ¿Qué era? Tatatachán...
un abrebotellas hecho con algo muy similar a los testículos de un
ciervo. Sí, sí... no miento ni exagero. Supongo que por la parte
que no veíamos pondría algo así como “Recuerdo de Sanperiquín
del Monte”.
En fin, no soy nada
aficionada a comprar chorradillas de recuerdo, pero si me quedaba
alguna gana, hoy ha desaparecido para siempre.
¡Felices vacaciones y
volveré en unas semanitas!