viernes, 21 de noviembre de 2014

¿Sensible o insensible?

Estoy preocupada. Siempre pensé que era una persona sensible y empática, pero desde anoche tengo mis dudas. El asunto es que durante toda la semana uno de los temas de conversación ha sido el anuncio de este año de la Lotería de Navidad. Por un lado, la polémica sobre su rodaje y, por otro, el sentir general de lo bonito y entrañable que era este año. Cuando lo vi, me sorprendió. No me pareció ni tan bonito, ni tan entrañable. Todo lo contrario, me pareció bastante falsote y facilón, y desde luego, nada creíble. Pero no me atreví a decirlo. Ni tan siquiera me atreví a reconocérmelo a mí misma. ¡No puedo ser tan insensible!, y lo aparté de mi mente.

Pero... antes de acostarme revisé mi Facebook, sí, ahora es una de mis rutinas: me lavo los dientes, hago un pis, miro que las niñas estén bien arropadas y consulto el FB. Bueno, pues como iba diciendo... algo me hizo estallar en carcajadas y despertar a mi pobre marido que terminaba de coger el sueñecillo. Fue esto:

En cuatro pasos, la irónica composición fotográfica capta, a mi parecer, mucho mejor el espíritu navideño que cada año nos invade el día del sorteo especial respecto a que la salud es lo que importa, que la edulcorada e increíble historia original. En el escenario real el desgraciado hombre que se queda justo ese día sin comprar el décimo ni se le ocurre aparecer por el bar porque se mete en la cama con una depresión del quince, y si lo hace es porque es masoquista. Por otro lado, al dueño del bar ni se le ocurre darle el décimo premiado, como mucho le invita al café y a correr.

Antes de cerrar los ojos para dormir, pensé en algo que me hizo sentir menos fría y racional. Me devolvió la confianza en mi misma y en mi capacidad emotiva. Un precioso, y este sí, real vídeo sobre la figura de las madres en el mundo que nos toca vivir. Aquí dejo este regalito para los sentidos y para reflexionar sobre la capacidad de entrega y compromiso de las mamás. Con estos minutos de metraje, sí se me saltaron las lágrimas, y más aún, lloré a moco tendido. VER VÍDEO

viernes, 14 de noviembre de 2014

Psicólogos a pie de calle

Esta semana llegó hasta mi una noticia que me hizo mucha gracia y que me ha hecho reflexionar estos días hasta que hoy he constatado categoricamente la revelación que realmente supone la idea que dio lugar a esa información.

Resulta que en Estocolmo, una empresa de taxis ha decidido ofrecer asesoramiento psicológico a cargo de profesionales a los clientes del servicio. El funcionamiento es el siguiente: el usuario contrata por internet un viaje con terapeuta. El conductor del taxi conduce, el cliente habla y el terapeuta escucha y hace su trabajo de asesor psicológico. De esta forma se aprovecha el tiempo y los recursos. La terapia es gratuita, es un servicio de valor añadido que distingue a la compañía, toda una idea de negocio, sobre todo teniendo en cuenta lo carísimos que son los taxis en Suecia, todo un artículo de lujo.

Después de reírme mucho con la historia, me he dado cuenta que, en realidad, esta empresa ha ido mucho más allá de una simple idea de negocio. Lo que ha hecho es abrir el camino para la profesionalización de los psicólogos... ¿cómo denominarlos?... ¿de barrio?, ¿cotidianos?, ¿urbanos?... no termino de dar con el término, la verdad, pero por ahí va la nomenclatura, prometo seguir pensando.

Me explico, ahora que estamos en tiempos de crisis y hay que reinventarse para poder trabajar y seguir pagando las facturas, ¿por qué no seguir la estela de esta idea sueca? (Además, eso es éxito seguro, que ya sabemos todos que los suecos son mu' listos, todo lo que hacen está bien y es un ejemplo a seguir. Sin acritud, ¿eh?). Pues eso, hasta ahora, peluqueras, esteticistas, tenderos y, por supuesto, camareros y conductores de taxis hacían las veces de psicoanalistas espontáneos y altruistas. Pero ha llegado el momento de ofrecer ese servicio con una visión económica, bien sea a través de cobrar el servicio, bien como forma de generar más tráfico de clientes con el reclamo de un trato diferenciado y personalizado.

El perfil de profesiones a las que se puede ligar esta prestación es casi infinito. Hoy mismo la revisora del metro ha ejercido conmigo después de una mañana horrible en la que he terminado poniendo una reclamación en un centro de especialidades médicas de la Comunidad de Madrid. Eso sí, propongo una diferencia con el modelo sueco. Creo que no se trata de unir un psicólogo al servicio que sea. Lo exitoso y eficaz es aprovechar la auténtica sabiduría y sensatez que da el curtirse en las profesiones que se desarrollan a pie de calle. Si además, tiene una formación en psicología, pues mejor aún. Yo lo veo con claridad: "Frutería Manoli. Oferta del día: 2x1 manzanas ecológicas y consejo psicológico" o "Bar Pepe. 1 café, 5 churros y soporte psicológico de nuestro personal por 2,50 euros".

viernes, 7 de noviembre de 2014

Equilibrios en el toilette

¿Quién diseña los cuartos de baño de mujer de los lugares públicos? Ante esta pregunta mi respuesta inmediata es: desde luego, mujer, no es. ¿Qué por qué lo digo? Porque estoy harta de hacer malabarismos para hacer un pis y tener que sujetar a la vez el bolso y las bolsas.

Por increíble que me siga pareciendo, en la mayoría de los servicios no hay un triste ganchito donde dejar colgadas las pertenencias que casi todas las féminas llevamos encima, y que no hay que olvidar abarcan desde un simple bolso a dos o tres bolsas con compras, el ordenador portátil y la mochila del niño que está en el fútbol.

Dejar estas posesiones en el suelo no es opción, las más elementales reglas de higiene lo impiden. Por lo tanto, sólo queda la imaginación y el estudio de la situación en cada caso.

El primer recurso es el picaporte de la puerta, pero no siempre es posible. Muchas veces está roto y se resbala cualquier cosa que se intente depositar sobre él. Otras, simplemente no existe, ha pasado a mejor vida y sólo queda el recuerdo del agujero.

La opción B, e imagino más utilizada, es colgarse el bolso en bandolera, si se puede, y las bolsas repartirlas entre las muñecas, de forma que las manos queden libres para realizar las tareas propias del momento, esto es bajar bragas y pantalones o subir falda, coger el papel higiénico... en fin, lo normal. Evidentemente en todo este ritual los bultos se han resbalado más de una vez.  Reconozco con rubor que, a veces, he tenido que llegar a sujetar el bolso, literalmente, con los dientes. Cada vez que me veo en una de estas escenas pienso en las pelis mudas de Harold Lloyd o en Lina Morgan... vale, no tienen mucho que ver el uno con el otro, pero en esos momentos me siento un híbrido de ellos.

Una duda me corroe: ¿los hombres se enfrentan a desafíos similares en sus cuartos de baño? Digo yo que también necesitarán ganchos para dejar sus pertenencias en un lugar que no estorbe. ¿Y habrá más
problemáticas intrínsecas a su condición masculina y su relación con los servicios en los que no caigo?