viernes, 30 de enero de 2015

Tierra, trágame

Utilizo Facebook activamente desde hace años. A través de mi estado hago comentarios, comparto noticias, cuelgo chistes... Cada día leo información de mis amigos, de mis páginas de interés... Es mi comunidad virtual, y me gusta. Gracias a esta herramienta me entero de temas de interés para mi y siento la cercanía de mucha gente a la que quiero y con la que de otra manera tendría mucho menos contacto. Una de las cosas que más gracia me hace son los proverbios y frases inspiradoras que pone la gente. Hay verdaderos especialistas y entusiastas, pero yo no soy uno de ellos. Si alguna me parece especialmente divertida o profunda la comparto, pero poco más. Sin embargo, hoy he decidido convertirme en un "autor" de frase para FB. Veremos cómo me sale. Ahí va:

"La espontaneidad de un niño es ilimitada, embarazosa y tremendamente divertida. Disfrútala, aunque quieras que la tierra te trague".

¿Por qué me ha dado este arrebato reflexivo hoy? Pues porque la semana ha sido tremenda, en cuanto a intervenciones infantiles se refiere. Todo empezó el domingo pasado. Íbamos de paseo con varios niños y entramos a comprar chucherías. Una de las niñas entabló conversación con el regente de la tienda. Y lo hizo de forma sutil y delicada, como corresponde a sus cinco años de edad. "¿Tú eres chino?", le interpeló con curiosidad y a voz en grito. "¿No se nota?", le contestó en voz baja y contenida el hombre.

La segunda fecha memorable fue el miércoles. Mis hijas adoran a nuestra portera. Es una mujer cariñosa y que juega mucho con ellas. Tiene una larga melena de color azabache y muy rizada. Habitualmente la lleva recogida en un moño o en coleta. Un par de días antes me la encontré en la calle con el pelo suelto y le comenté que le sentaba muy bien. Ella me dijo que como lo tiene tan rizado se siente mejor si lo lleva recogido, pero que todo el mundo le estaba animando a "soltarse la melena". Ese día, al llegar del parque por la tarde, mi pequeña de tres años se lanzó en una carrera desenfrenada en busca de su amada Pepi. Al verla se paró en seco, y tras una alegre y contagiosa carcajada le espetó: "¿Y esos pelos, Pepi?".

¡Ay!, ¡estos niños!, ¡vaya ratos nos hacen pasar!... tan buenos y tan malos a la vez. Cuánta solidaridad con otros padres, como por ejemplo con mi hermana, el día que bajó al quiosco de periódicos donde cada día compraban revistas y prensa diaria y mi sobrina, que por aquel momento debía tener unos seis años le dijo al quiosquero a modo de saludo: "¿Eres gay?". Mi hermana, para intentar arreglar la incómoda situación comentó "Es que como terminan de legalizar el matrimonio gay, la niña lo ha visto en la televisión y, claro, siente curiosidad por estas cosas". No sé si fue peor la intervención de mi hermana o no, pero lo que sí sé es que cuando me lo contó me reí mucho y me alegré de no haber estado allí con ellas. La historia en diferido fue igualmente hilarante y me ahorré el momento avestruz, aunque por otro lado, el vivo y el directo no tiene precio.


viernes, 23 de enero de 2015

El adicto que todos llevamos dentro

Quien diga que no está enganchado a algo en la vida miente. Sí, lo afirmo categóricamente.

A lo mejor no somos conscientes, pero es así. No me refiero a drogas, sexo u alcohol, eso ya son palabras mayores. Tampoco a tabaco, Candy Crush o WhatsApp, que son palabras medianas. Me refiero a esos pequeños enganches de andar por casa que nos proporcionan un placer cotidiano nada preocupante y sí muy relajante.

Propongo un ejercicio de reflexión: que cada uno se auto-psicoanalice y vea cuál es su mini-enganche. Las risas están aseguradas, lo prometo.

Comienzo yo.

El mío es el mundo de los catálogos de ofertas. Me chifla recoger del buzón general de mi comunidad esos panfletillos publicitarios. Pero ¡ojo!, no todos. Por ejemplo, los de supermercados de comida me aburren muchísimo. Si el de Hipercor es sólo de alimentación allí se puede quedar, pero si trae unas páginas de ropa (que no moda, no nos vamos a engañar) y de decoración, me tiro a por él. Igual me pasa con el de Alcampo o el de Carrefour. ¿Y qué decir cuándo llega el catálogo de Verbaudet o Yves Rocher directamente a mi buzón?. Ese día el cafetito de después de comer ojeando sus páginas me sabe mucho mejor.

Pero el que definitivamente es el rey para mi y el que me indica que estoy enganchada al mundo de los catálogos es el de Lidl. En papel me gusta mucho y cuando llega a mis manos también lo suelo disfrutar con una taza de alguna infusión. Pero cuando me descubro a mi misma abriendo gozosa el newsletter semanal, al que por supuesto estoy suscrita, y haciendo click en el enlace que te reenvía a su web para conocer las ofertas que se avecinan, constato que soy una especie de yonki de estas publicidades. Y es que a veces, hasta tecleo directamente su dirección para desconectar un rato de mis preocupaciones cotidianas y refrescar mi memoria sobre los productos que ofrecen, por si me hace falta alguno, que son baratos y resultones... o eso me digo a mi misma. Y ahora juzguen ustedes mismos, ¿estoy enganchada o no?.

viernes, 16 de enero de 2015

Tendencias lingüísticas irritantes

¡Feliz 2015! y disculpas a mis seguidores por estas semanas de silencio.

Podría echar la culpa a Correos, que en estos últimos meses parece que se ha lucido. Los retrasos en las entregas y las pérdidas de cartas y paquetes son tema de café. Pero no iba a colar, claro, que esto de los post suena mucho a "postal", pero no tiene nada que ver. 

Mi excusa son mis hijas y yo misma. Me he dedicado a disfrutar de las 'vacaciones invernales' con ellas. Y digo 'vacaciones invernales' y no 'Navidades' porque hay una tendencia cool basada en la moda idiomática de lo políticamente correcto que parece que ha condenado a reclusión a la palabra Navidad ya que puede herir sensibilidades en aquellos que no son católicos. Y yo no quiero dañar los sentimientos de nadie, que empezamos con una nimiedad como esta y luego nos vamos soltando, soltando... y lo mismo terminamos como los de Charlie Hebdo. 

Vale, es posible que se me esté yendo un poco la pinza, o que esté exagerando, pero confieso que esto de la censura lingüística me pone de mal humor. El lenguaje es evolución, pero también es cultura y tradición. Dejemos que evolucione a mejor y no a peor. 

Se puede ser católico o no y eso no ha de chocar con el hecho de que culturalmente las vacaciones de invierno coinciden con la celebración en muchos países de tradición católica del nacimiento de Jesús, motivo por el que el 25 de diciembre es día no laboral en muchísimos lugares del globo terráqueo. ¡Pues ya está!, de ahí el nombre "Navidad", derivado de "Natividad", "Nacimiento"... bueno todas esas cosas que los lingüistas explican tan bien. Actualmente, y a lo largo de los años, los días festivos acumulados alrededor de esta fecha han aumentado. Yo recuerdo que cuando era pequeña mi padre sólo se quedaba en casa el 25 de diciembre y el 1 y el 6 de enero. Para de contar. Aún así, ya se consideraba un privilegiado, que mis abuelos ni eso, como mucho el 25 de diciembre y a correr. Bueno, pues simplemente es eso. A este periodo de vacaciones se le dio en llamar "Navidades". Evolución del lenguaje y tradición, a lo que yo añadiría comodidad y belleza, porque con una sola palabra se designa un concepto. "Vacaciones invernales" no está mal, es descriptivo, pero puede ser ambiguo, que en los últimos años muchos países se toman una semanita en el mes de febrero para aprovechar la nieve y también eso son vacaciones invernales, ¿o no?. Ahora que lo  pienso, rizando el rizo podemos llamar a las primeras "Vacaciones invernales I" y a las segundas "Vacaciones invernales II". Como además utilizaríamos números romanos que implícitamente van unidos al recuerdo de la cultura griega que es politeista, ningún problema, eso es moderno y no causa susceptibilidades.

Otro ejemplo de que me solivianta es el tema del masculino-femenino de las palabras. El manido tod@s o "'alumnos' y 'alumnas' ", "'compañeros' y 'compañeras' ", "'perros' y 'perras' "... El lenguaje es machista. Sí. Hay que cambiarlo. Sí. Pero ¿no sería mejor hacerlo de otro modo?, ¿creando nuevos términos, tal vez? Que se pongan de acuerdo los señores académicos de la lengua y abran un debate. Que la sociedad aporte ideas, pero, por favor, mientras tanto y hasta que se llegue a una solución bonita, certera y práctica, nos quedamos como estamos asumiendo que sí, que es machista. 

Quizás sea por deformación profesional que esto me da tanta rabia. Yo soy periodista. Escribir una noticia o un reportaje utilizando esas fórmulas es, además de casi inviable, feo. Quedan unos textos larguísimos, sin ritmo... ¿Y en una conversación?... "Hola Maricarmen, ¿qué tal?, ¿dónde vas con tantos y tantas niños y niñas? ¿son amigos y amigas de tus hijos e hijas?". "Hola Pedro, pues ya ves, vamos al teatro con unos compañeros y compañeras de mis hijos e hijas del colegio"

Hablando el uso de @ es imposible, en el medio escrito no. Podría ser una solución, sí, pero no termino de verlo... demasiado barroquismo tipográfico diría yo. He hecho un par de pruebas, y ahí queda el resultado. El primero es un fragmento de la novela de Camilo José Cela, La Colmena. El segundo un artículo de un suplemento de salud de un periódico.

 "(...) - ¡Ya lo creo! ¡Con lo mon@s que son los chinit@s chiquiti@s! Si nosotras no nos privásemos de alguna cosilla, se iban to@s al limbo de cabeza. A pesar de nuestros pobres esfuerzos, el limbo tiene que estar abarrotado de chin@s, ¿no cree usted? (...)".

"El trabajo, realizado por médic@s de la Universidad de Manchester estudia qué música prefieren escuchar l@s cirujan@s en sus quirófanos, mientras están operando a l@s enferm@s".