"La espontaneidad de un niño es ilimitada, embarazosa y tremendamente divertida. Disfrútala, aunque quieras que la tierra te trague".
¿Por qué me ha dado este arrebato reflexivo hoy? Pues porque la semana ha sido tremenda, en cuanto a intervenciones infantiles se refiere. Todo empezó el domingo pasado. Íbamos de paseo con varios niños y entramos a comprar chucherías. Una de las niñas entabló conversación con el regente de la tienda. Y lo hizo de forma sutil y delicada, como corresponde a sus cinco años de edad. "¿Tú eres chino?", le interpeló con curiosidad y a voz en grito. "¿No se nota?", le contestó en voz baja y contenida el hombre.
La segunda fecha memorable fue el miércoles. Mis hijas adoran a nuestra portera. Es una mujer cariñosa y que juega mucho con ellas. Tiene una larga melena de color azabache y muy rizada. Habitualmente la lleva recogida en un moño o en coleta. Un par de días antes me la encontré en la calle con el pelo suelto y le comenté que le sentaba muy bien. Ella me dijo que como lo tiene tan rizado se siente mejor si lo lleva recogido, pero que todo el mundo le estaba animando a "soltarse la melena". Ese día, al llegar del parque por la tarde, mi pequeña de tres años se lanzó en una carrera desenfrenada en busca de su amada Pepi. Al verla se paró en seco, y tras una alegre y contagiosa carcajada le espetó: "¿Y esos pelos, Pepi?".
¡Ay!, ¡estos niños!, ¡vaya ratos nos hacen pasar!... tan buenos y tan malos a la vez. Cuánta solidaridad con otros padres, como por ejemplo con mi hermana, el día que bajó al quiosco de periódicos donde cada día compraban revistas y prensa diaria y mi sobrina, que por aquel momento debía tener unos seis años le dijo al quiosquero a modo de saludo: "¿Eres gay?". Mi hermana, para intentar arreglar la incómoda situación comentó "Es que como terminan de legalizar el matrimonio gay, la niña lo ha visto en la televisión y, claro, siente curiosidad por estas cosas". No sé si fue peor la intervención de mi hermana o no, pero lo que sí sé es que cuando me lo contó me reí mucho y me alegré de no haber estado allí con ellas. La historia en diferido fue igualmente hilarante y me ahorré el momento avestruz, aunque por otro lado, el vivo y el directo no tiene precio.
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